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jueves, 16 de mayo de 2013








Australia quiere prohibir la fertilización del mar con sulfato de hierro, un controvertido método para luchar contra el cambio climático, anunció este jueves el gobierno australiano.

Esta técnica tiene por objetivo luchar contra la acidificación del océano vertiendo sulfato de hierro para "fertilizar"el fitoplancton, unas microalgas marinas que tienen un papel en el cambio climático y absorben el dióxido de carbono (CO2) situado en el agua y la atmósfera.

Tras una vida muy corta, los restos de fitoplancton se depositan en el lecho marino bajo la forma de sedimentos.

Pero la eficacia del método y sus efectos sobre el medioambiente todavía se desconocen, por lo que Australia quiere prohibir su uso en el protocolo de Londres, que en 1996 enmendó y reemplazó la Convención de Londres de 1972.

Australia, Nigeria y Corea del Sur quieren presentar una enmienda para prohibir la fertilización comercial sin justificación científica en una reunión de los países firmantes del protocolo, prevista en octubre en Londres.

"La enmienda quiere instaurar una reglamentación vinculante sobre la fertilización de los océanos", explicó el ministro australiano de Medioambiente, Tony Burke.

"Prohíbe las actividades comerciales de fertilización de mares y autoriza la investigación científica legítima destinada a identificar los beneficios eventuales" de esta práctica, agregó.

En 2012 los firmantes del protocolo lamentaron que se recurra a la fertilización en el litoral del Pacífico de Canadá, operación que llevó a cabo una empresa que deseaba reconstituir la población de salmón, que se alimenta con filoplancton.

La revista Nature reveló en 2007 las conclusiones de un importante programa en las islas Kerguelen, en el sur del Océano Indico, según las cuales verter hierro en el océano sería entre 10 y 100 veces menos eficaz que el proceso natural porque el 90% del hierro vertido se perdería en el océano y el efecto sería poco duradero.

Y se teme que hayan efectos secundarios. Algunos científicos evocan por ejemplo una posible reacción química que produciría un gas con efecto invernadero, el protóxido de nitrógeno (N2O), más devastador que el CO2.

El ministro australiano de Medioambiente citó igualmente la proliferación de algas tóxicas y la eutrofización del lecho como riesgo potencial.

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